Joan Antoni Moreno (Pollensa, 2000) es sinónimo de trabajo, disciplina y constancia, pero también de orgullo y de mallorquinismo. Hace once años, en 2014, se subió a una piragua por primera vez. Desde ese entonces, no ha parado de coleccionar medallas y de hacerse un hueco en la historia del deporte balear y nacional. En 2024 tocó el cielo de París al conseguir, junto con su compañero Diego Domínguez, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos en la prueba C2 500.
"Simboliza una manera de culminar diez años de esfuerzo y sacrificio", nos cuenta Moreno, que lejos de conformarse con un éxito al alcance de muy pocos, día a día se desliza por las agua de Alcudia para tratar de seguir agrandando su cosecha de triunfos. "Me levanto sobre las siete de la mañana, desayuno un poco y ya preparo la maleta para venir a entrenar sobre las ocho y media. Hacemos una sesión de agua que suele durar una hora o una hora y media y al acabar, hacemos otra sesión de gimnasio. Y por la tarde, sobre las cuatro, otra sesión de agua, un poco más corta, que suele durar entre 30 y 50 minutos", explica el palista mallorquín.
Su naturaleza inquieta le llevó a dejar la gimnasia artística: "Necesitaba un deporte que realmente me cansase y, sobre todo, que me ocupase muchos días a la semana". Así fue como probó el piragüismo. "Me encantó, hice un grupo de amigos muy bueno y me quedé", asegura el medallista olímpico, que destaca que una de sus principales aptitudes mentales es que es como un asno: "Cuando me coloco en la línea de salida, solo miro hacia adelante y tiro. Como un asno".
Joan Antoni no duda en afirmar que el piragüismo es su vida, pero explica que en medio de su exigente rutina como atleta profesional, hay espacio para el equipo de sus amores, el RCD Mallorca. "Cuando no tengo un entrenamiento, no juega un partido muy tarde y, sobre todo, cuando juega un partido en casa, intento ir al campo a animarlo. Y si no, doy mi apoyo desde casa", afirma.
El de Pollensa, habituado a la presión de la élite, admite que sufre más con el Mallorca que cuando está compitiendo porque la cosa no despende de él. Lo de ser sufridores está en el ADN de cualquier mallorquinista, sea cuál sea su condición.
El pasado agosto, Joan Antoni, junto con Marcus Cooper y Juana Camilión, recibió un merecido homenaje en el Estadi Mallorca Son Moix por su bronce en París. "Ese momento yo lo definiría como un tic en una lista de cosas que me gustaría hacer alguna vez en la vida. Fue increíble ver el estadio desde dentro, desde abajo. Es un recuerdo que me quedará guardado dentro de mí y que me hizo muy feliz", reconoce el mallorquín, que con su trabajo, dedicación y éxitos, es todo un orgullo para nuestra tierra y nuestro club.