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PRIMER EQUIPO

La cuenta atrás

En las Islas, alerta por calor, en Sittard, tiramos de chubasquero. A más de quince grados de distancia, el equipo, como en la mili o la cárcel, cuenta días para atrás. La cabeza, el juicio, llevan una era sumando pena a un cuerpo forzado y añoramos las referencias cotidianas, la zona cómoda. Quedan horas, medio centenar, con partido por medio. Es la dimensión acostumbrada, el viaje tipo en temporada, y saberlo alivia. No repara, pero consuela, y da coraje con la excusa del último esfuerzo. La expedición ha interiorizado tanto el trabajo, el empeño, que hasta la nostalgia se ha regularizado.
El día empieza pronto, paseo y gimnasio suave para estimular músculos y articulaciones. La merienda de los campeones, pasta a las once, y cogemos bus, el rincón de pensar, con destino a Tilburg. Allí nos esperan a la hora del aperitivo la lluvia, gente amable y el Willem II, el Alavés de los Países Bajos.   
El partido ha estado bien, correcto en divertimento y objetivos. Se empiezan a vislumbrar cositas, detalles y gestos, comportamientos y cualidades. No son muy explícitas porque es complicado bailar con botas de hormigón pero, con el rabillo del ojo, se han visto chispazos. Aunque no sea lo correcto, pues somos uno, ya empezamos a tener jugadores preferidos y apuestas de mirlos blancos. Ya comenzamos a valorar, aunque no sea nuestra jurisdicción, lo que puede aportar cada elemento al plan. Si son tuercas o engranajes. Se me ha vuelto a olvidar, otra vez, mirar el resultado antes de salir.
El tiempo hará brotar los beneficios de nuestro ciclo aquí, pero hay algunos que son immediatos y necesarios. La coexistencia obligada acelera procesos lógicos y cada uno va cogiendo, o asumiendo según caracter, su papel dentro del grupo. Se aceptan egos, pero integrados. Para que el asunto fluya no tiene que haber aristas, descolocados. Los graciosos, los raros, protectores o callados van apropiándose de un lugar del que será difícil mover en 42 domingos, mínimo. La contribución se hará desde allí, conviene que estén cómodos.
El parte, quitando una lista de perjudicados que sólo ocupa un Pol Roigé con molestias que le impiden jugar, es, hoy, igual de plano que nuestra vida social. Hasta las imágenes de ocio suenan repetidas, sabidas, en el declive de una concentración. Te hace pensar en el momento que descubristes que Blancanieves nunca pasaría sus vacaciones en Disneyland.
El infiltrado